Apuntes de una noche de diciembre...
Hace
cuatro años la Concertación perdía la presidencia a manos de Sebastián Piñera,
candidato de la derecha. Lo que vino después consta de tantas historias como
protagonistas. Yo sólo puedo contarles la mía.
Trabajaba
en el aparato público desde el Gobierno del Presidente Lagos, y la derrota me
encontraba como Jefe de Relaciones Laborales en un Servicio de Salud. No dudé
un segundo para presentar mi renuncia. Tenía –y tengo – el convencimiento
profundo de que en democracia, lo derrotados deben dejar sus espacios a los
vencedores. La legitimidad de los votos manda.
Así,
en marzo de 2010 entregué mi cargo, cobré mi último sueldo (no hay indemnización
por años de servicio para los funcionarios públicos) y, literalmente, me fui
para la casa. Mi hijo Dante había nacido a fines de enero y – curiosa marraqueta
– vinieron los meses de cesantía. Los amigos que tantas veces declararon que
podría trabajar con ellos, simplemente desaparecieron. Fueron meses duros,
durante los que toqué muchas puertas, fui a entrevistas y recurrí a las redes
cercanas y menos cercanas. Terminé haciendo unas clases por las que me pagaban poco
y tarde. Recuerdo que en esos días empecé a trotar (para no volverme loco…). Pero especialmente recuerdo la
complicidad y el amor de Francisca, que me mantuvieron entero. Fue
entonces cuando mi hermano Rodrigo González me tendió una mano que nunca
olvidaré. Semanas después, otro hermano, José Nesvara, me dio la oportunidad de
incorporarme al trabajo que mantengo hasta el día de hoy.
Los
amigos y compañeros que se quedaron trabajando en lo público no lo pasaron
mejor. Y no estoy para frases de buena crianza: Tras marzo 2010 comenzaron las
persecuciones y hostigamientos, los sapeos y las traiciones. No tengo la cifra
de despidos o no renovaciones de contratas, pero la razzia existió y nadie
puede dudarlo, alcanzando incluso a cargos menores. Yo mismo hace unos meses me
encontré con un ex funcionario, auxiliar, al que tras más de 15 años no le
renovaron contrato, simplemente por haber sido “muy cercano a nosotros”.
Claro
que también hubo de los otros. Los que delataron y traicionaron, los que se
quedaron para ponerse al servicio de los nuevos jefes y hacer el trabajo sucio.
De esos no hay que olvidarse.
Pero
no es hoy el momento de las revanchas. Solamente quería abrazar con estas
palabras a los amigos y compañeros que lo han pasado mal durante este gobierno
que se acaba. Simbolizo en mi querida amiga Loreto Orellana a todos ellos.
Casi
cuatro años después, la Nueva Mayoría recupera la presidencia para Michelle
Bachelet, y así como en una noche de enero de 2010 mordía la derrota en mi hogar,
hoy me cuesta sumarme a la euforia y las celebraciones.
Las tareas están claras y son enormes: Seguridad Social, Sistema de Salud, de
Educación y de Pensiones; una Reforma Tributaria que haga más justo y más
grande a Chile; una nueva Constitución que nos permita dejar atrás la larga
sombra de la dictadura y avanzar hacia un país plenamente democrático.
Los
chilenos han sido generosos y nos han dado una nueva oportunidad, esperemos
estar a la altura.