domingo, diciembre 15, 2013

Apuntes de una noche de diciembre...

Hace cuatro años la Concertación perdía la presidencia a manos de Sebastián Piñera, candidato de la derecha. Lo que vino después consta de tantas historias como protagonistas. Yo sólo puedo contarles la mía.

Trabajaba en el aparato público desde el Gobierno del Presidente Lagos, y la derrota me encontraba como Jefe de Relaciones Laborales en un Servicio de Salud. No dudé un segundo para presentar mi renuncia. Tenía –y tengo – el convencimiento profundo de que en democracia, lo derrotados deben dejar sus espacios a los vencedores. La legitimidad de los votos manda.

Así, en marzo de 2010 entregué mi cargo, cobré mi último sueldo (no hay indemnización por años de servicio para los funcionarios públicos) y, literalmente, me fui para la casa. Mi hijo Dante había nacido a fines de enero y – curiosa marraqueta – vinieron los meses de cesantía. Los amigos que tantas veces declararon que podría trabajar con ellos, simplemente desaparecieron. Fueron meses duros, durante los que toqué muchas puertas, fui a entrevistas y recurrí a las redes cercanas y menos cercanas. Terminé haciendo unas clases por las que me pagaban poco y tarde. Recuerdo que en esos días empecé a trotar (para no volverme loco…). Pero especialmente recuerdo la complicidad y el amor de Francisca, que me mantuvieron entero. Fue entonces cuando mi hermano Rodrigo González me tendió una mano que nunca olvidaré. Semanas después, otro hermano, José Nesvara, me dio la oportunidad de incorporarme al trabajo que mantengo hasta el día de hoy.

Los amigos y compañeros que se quedaron trabajando en lo público no lo pasaron mejor. Y no estoy para frases de buena crianza: Tras marzo 2010 comenzaron las persecuciones y hostigamientos, los sapeos y las traiciones. No tengo la cifra de despidos o no renovaciones de contratas, pero la razzia existió y nadie puede dudarlo, alcanzando incluso a cargos menores. Yo mismo hace unos meses me encontré con un ex funcionario, auxiliar, al que tras más de 15 años no le renovaron contrato, simplemente por haber sido “muy cercano a nosotros”.

Claro que también hubo de los otros. Los que delataron y traicionaron, los que se quedaron para ponerse al servicio de los nuevos jefes y hacer el trabajo sucio. De esos no hay que olvidarse.

Pero no es hoy el momento de las revanchas. Solamente quería abrazar con estas palabras a los amigos y compañeros que lo han pasado mal durante este gobierno que se acaba. Simbolizo en mi querida amiga Loreto Orellana a todos ellos.

Casi cuatro años después, la Nueva Mayoría recupera la presidencia para Michelle Bachelet, y así como en una noche de enero de 2010 mordía la derrota en mi hogar, hoy me cuesta sumarme a la euforia y las celebraciones.

Las tareas están claras y son enormes: Seguridad Social, Sistema de Salud, de Educación y de Pensiones; una Reforma Tributaria que haga más justo y más grande a Chile; una nueva Constitución que nos permita dejar atrás la larga sombra de la dictadura y avanzar hacia un país plenamente democrático.

Los chilenos han sido generosos y nos han dado una nueva oportunidad, esperemos estar a la altura.

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